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ANEXOS

Autoestima
 
 
Aprovecho de advertir que al enojarte segregas automáticamente adrenalina y cortisol, lo cual termina haciendo daño a tu sistema nervioso. Si la ira es demasiado intensa puedes extraviar inclusive tu conciencia, así ocurre en el sujeto que puede cometer delitos bajo ese estado



LA HOSTILIDAD O IRA Y EL CUERPO MENTE

Profesor de Psiquiatría en la Universidad de Pittsburg y profesor adjunto en la Facultad de Medicina de Lyon, David Servan-Schreiber, de 43 años, ha levantado ampollas con el superventas Curación emocional (Ed. Kairós), traducido ya a 25 idiomas. Tras dedicar 20 años a la investigación neurocientífica y al ejercicio de la psiquiatría, ha descubierto algunas claves del funcionamiento de nuestras emociones

Sí, la hostilidad tapona físicamente las arterias.

Los pensamientos hostiles activan en el cuerpo una hipersecreción de cortisol y adrenalina.

La afluencia de estas hormonas provoca un estado inflamatorio mediante la estimulación de los factores de coagulación de la sangre que, a su vez, contribuye al desarrollo de las placas de ateroma en las paredes de los vasos.

Si esta situación se prolonga, existe riesgo de trombosis.

Pero todo esto tiene una justificación biológica: la hostilidad es imprescindible para la supervivencia, ya que prepara el cuerpo para el combate o la huida ante un peligro.

Cuando había que cazar el bisonte o escapar de un tigre, estas reacciones hacían maravillas.

La energía acumulada se gastaba rápidamente con la acción física.

Por eso se recomienda ejercicio a las personas que controlan mal su hostilidad o a enfermos con problemas cardiovasculares: es necesario eliminar el estrés.

Candace Pert, prestigiosa científica escribió: «Nuestra mente está en cada célula del cuerpo».Creer que la actividad psíquica se limita al funcionamiento cerebral es hoy en día una idea totalmente obsoleta. David Servan-Schreiber

Los siete métodos de David Servan-Schreiber


1. La coherencia cardiaca. El ritmo cardiaco varía constantemente, lo que es normal porque el cuerpo se adapta a cada momento a los acontecimientos y las emociones. Mediante un ejercicio de respiración parecido al yoga, se puede inducir coherencia en esta variabilidad originalmente caótica. Un estado que sería benéfico no sólo para la salud física (mejor inmunidad, longevidad, salud cardiaca) sino también para la salud moral (mejor gestión del estrés y de las emociones negativas).


2. La integración neuro-emocional por los movimientos oculares (EMDR). Imitando los movimientos de los ojos que tienen lugar espontáneamente durante el sueño, la terapia EMDR permitiría al cerebro digerir rápidamente los residuos de los traumatismos del pasado, de la misma forma que se digieren los acontecimientos del día durante el sueño.


3. La simulación del amanecer. El cerebro emocional es muy sensible a los diferentes ritmos biológicos. Gracias a una lámpara que simula la aparición progresiva del amanecer, es posible despertarse despejado, un tratamiento eficaz para los días nublados, particularmente los de invierno.


4. La acupuntura. Los chinos curan la depresión mediante la acupuntura desde hace 5.000 años. Las técnicas de imaginería moderna demuestran que esta técnica tiene un efecto real sobre el cerebro.


5. Los Omega-3. Más de la mitad del cerebro está constituida por ácidos grasos. Consumir ácidos grasos Omega-3, presentes sobre todo en los aceites de pescado, mejora su funcionamiento y estabiliza el humor.


6. El deporte. El ejercicio físico tiene poderosos efectos sobre los neurotransmisores del cerebro. Según numerosos estudios, el ejercicio es tan efectivo como un antidepresivo.


7. La comunicación emocional. Las relaciones afectivas regulan las emociones y en consecuencia toda la psicología del cuerpo. El amor es una necesidad biológica, como lo es el alimento o la protección contra el frío. Ocuparse de los demás (incluso de un animal) mejora el humor y la respuesta al estrés.





David Servan-Schreiber La meditación no es un placebo.

¿Cómo actúa? Reduce la secreción de cortisol y adrenalina (responsables de la acumulación de ateroma), es decir, que actúa a la vez sobre la hostilidad y también sobre la arteriosclerosis.

También ejerce una acción sobre el sistema inmunitario mediante la química emocional: un estudio ha demostrado que entre los individuos que han recibido la misma cantidad de vacuna contra la gripe, aquellos que meditan generan más anticuerpos que los que no lo hacen.

Otro estudio añade que refuerza la acción de la luz ultravioleta sobre la soriasis: aquellos que meditan durante las sesiones se curan cuatro veces más rápido que los demás.

La acción de la meditación sobre la fisiología no deja lugar a dudas.

También es el caso, dicho sea de paso, de otras terapias, como la acupuntura y la fitoterapia, que se asimilaban hace unos años al `efecto placebo´. Pero se ha demostrado que son activas tanto sobre los animales como en los humanos, aunque su eficacia es mayor en éstos por un factor cultural.

El parto es un ejemplo: no es una enfermedad, pero lo hemos medicalizado a ultranza.

No obstante, los estudios demuestran que cuando las mujeres lo hacen por su cuenta con la única asistencia de una matrona todo va mejor, se reduce por la mitad el uso de analgésicos y de cesáreas.

Esto no significa que se deba excluir al tocólogo, el único capaz de tratar complicaciones graves.

Lo mismo ocurre con otros problemas de salud: dolores, úlceras y ardor de estómago, hipertensión arterial, asma, depresión, ansiedad, alergias… Se curan mejor si se combina la química con los métodos cuerpo-mente.

La mitad de las facultades de medicina americanas incluyen ya una asignatura sobre este tema. El nuevo siglo se encamina hacia una síntesis de las distintas medicinas, bajo el signo del cuerpo-mente.

Según usted, los psicólogos y psiquiatras se equivocan al pretender curar los males del alma a través del lenguaje. ¿Por qué?

El ser humano posee dos cerebros: un cerebro cognitivo y racional en la superficie (¿el cortex?) y un cerebro emocional, más profundo, el sistema límbico.

El cerebro cognitivo es la sede del pensamiento y del lenguaje, mientras que el cerebro emocional es la sede de las emociones y controla la sicología del cuerpo: el ritmo cardiaco, la tensión arterial, el apetito, el sueño, la libido e incluso el sistema inmunitario. Para curar la depresión y la ansiedad es más fácil entrar en comunicación con el cerebro emocional a través del cuerpo, en vez de por el lenguaje y el pensamiento.



Cerebro racional y cerebro emocional
Por David Servan-Schreiber


Desde hace cinco años, en el Hospital de Shadyside de la Universidad de Pittsburg (EEUU), exploramos cómo aliviar la depresión, la ansiedad o el estrés con una combinación de métodos que suelen usar el cuerpo en lugar del lenguaje y los fármacos. Es un método efectivo al que se ha llegado después de muchas investigaciones y avances en el conocimiento de la función cerebral y su relación con las emociones.

En el interior del cerebro se encuentra un cerebro emocional, un verdadero «cerebro en el cerebro». Este cerebro cuenta con una arquitectura, una organización celular, e incluso propiedades bioquímicas distintas del resto del neocórtex; es decir, de la parte más evolucionada del cerebro, que es la sede del lenguaje y del pensamiento. De hecho, el cerebro emocional suele funcionar independientemente del neocórtex. 

El lenguaje y la cognición no tienen más que una influencia limitada sobre él: no se le puede ordenar a una emoción que aumente de intensidad, o que desaparezca, como no puede ordenarse al espíritu que hable o se calle. Por su parte el cerebro emocional controla todo lo que rige el bienestar psicológico y gran parte de la fisiología del cuerpo: el funcionamiento del corazón, la tensión arterial, las hormonas, el sistema digestivo e incluso el inmunitario.

Los dos cerebros, emocional y cognitivo, perciben la información proveniente del mundo exterior más o menos a la vez. A partir de ahí, pueden cooperar o disputarse el control del pensamiento, de las emociones y del comportamiento. El resultado de esta interacción –cooperación o competición– es lo que acaba determinando lo que sentimos, nuestra relación con el mundo y con los demás.

Las diversas formas de competición nos hacen desgraciados. Sin embargo, cuando el cerebro emocional y el cognitivo se complementan, uno para dar dirección a lo que queremos vivir (el emocional), y el otro para hacernos avanzar por ese camino de la manera más inteligente posible (el cognitivo), sentimos una armonía interior –un «estoy ahí donde quiero estar en mi vida»– que sustenta todas las experiencias duraderas de bienestar.
Una serie de métodos naturales (la coherencia cardiaca, la sincronización de los biorritmos con los ciclos de luz natural, la acupuntura, los suplementos de omega-3…) nos ayudan a armonizar ambas esferas y a alcanzar la plenitud.







 
 
 
 
 
 
 
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